Segundo Chomon y Méliès
Filmo.
Alfredo Aracil. Mediateca_Archivo. LABoral.
A pesar de nacer con una clara vocación documental, es decir, de sentir un especial apego y facilidad para representar el mundo tal y como lo percibimos, desde sus orígenes, el cine estuvo siempre capacitado para hacernos ver las cosas de una forma alternativa.
Cuando Georges Méliès, fascinado por el nuevo invento, tras asistir a lo que fue la primera proyección pública de este curioso ingenio, el 28 de diciembre de 1895, trató de comprarles una máquina a los Hermanos Lumiere, la respuesta negativa de estos le llevo a explorar, por su cuenta y riesgo, un camino alternativo. Un camino que, como no podía ser de otra forma, dada la formación de Méliès, se precipitaba sobre el mundo de la magia, del ilusionismo, uniendo su forma de trabajar el cine, con toda una tradición que, a través de la Historia, han investigado sobre como hacer trampa sobre la realidad, es decir, como a partir de una serie de trucajes la vista puede ser engañada, transportada a otros mundos o, dentro de este, a estados más cercanos al sueño y a la imaginación.
Para 1902, cuando Méliès filma su Viaje a la Luna, sus pequeñas películas ya atesoran, uno a uno, toda una serie de elementos fundamentales para la evolución del séptimo arte. Desde su capacidad para tratar de apuntar y construir historias, hasta las típicas sustituciones de objetos y personajes que, por arte magia desaparecen de la película para más tarde volver o, también, su manera de utilizar lo que hoy en día conocemos como fundidos en negro. Por no hablar del estudio en el que gasto todos sus ahorros, una suerte de plató equipado con tecnología de bajo coste, casera, construida a la par que sus películas nacían, en un ejercicio de prueba y error que tiene mucho de científico.
Con todo, Méliès no fue el único cineasta fascinado por la magia y los trucos, en España, Segundo de Chomón, casado con Julienne Mathie, una colaboradora del francés, instaló en Barcelona, durante 1902, su estudio. En él empezó a trabajar y experimentar con el color y con las maquetas. Un año después, con Pulgarcito o Gulliver como protagonistas, comienza a realizar una serie de películas de corte fantástico que le llevará, de nuevo, a Paris. En concreto, a trabajar para la productora Pathé, enemiga acerrima de la productora que había fundado Méliès.
De la mano de grandes directores como Ferdinand Zecca, el turolés tuvo la oportunidad, trabajando de operador de cámara y director de trucajes, de ser uno de los primeros en hacer un travelling, un movimiento consciente que desplaza el punto de vista del espectador dentro del plano, jugando con el decorado y con la posición de los personajes; o, también, de trabajar diversas técnicas de animación con materiales como la arcilla.
De vuelta en España, en la década de los diez, Segundo de Chomón sienta las bases del cine español rodando, en primer lugar, un gran número de adaptaciones de temas populares, en gran medida, procedentes de sainetes y zarzuelas o, incluso, dramas de corte histórico, en los que seguirá, hasta el final de su carrera, ya en los años veinte, construyendo un lenguaje cinematográfico que será retomado por muchos directores y operadores de cámara.
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